martes, 2 de octubre de 2012


Edición completa de Gamaliel y el oráculo del agua
 


Ya circula en Puno la versión completa del libro Gamaliel y el oráculo del agua (Editorial Cascahuesos, 2012), del poeta puneño Boris Espezúa Salmón. Sabemos que una parte de este libro, obtuvo el PRIMER PREMIO DE LA XIV BIENAL DE POESÍA, COPÉ INTERNACIONAL 2009. En nuestra incursión reciente a la 17 FIL de Lima, la vimos y hojeamos esta edición calientita del libro, que se presentó en la misma FIL de Lima y, ahora, en la reciente 4ta Feria Internacional del libro de Arequipa 2012. Juan Yufra, joven crítico literario, realiza la siguiente lectura de esta nueva edición.
 
 
 
Gamaliel y el oráculo del agua/ Boris Espezúa
 
 
Juan Yufra
 
  
Mallarmé nos decía que “todo, en el mundo, existe para concluir en un libro”; y bajo esa impronta, y a lo largo del siglo XX, la sutileza de ello ha plasmado un derrotero en la producción literaria; en algunos casos como expresión moderna del sujeto poético que desarrolla una voz en el texto ansiando siempre la originalidad y la marginalidad de su lenguaje; y, en otros, sirvió para elaborar discursos homogeneizadores en una sociedad articulada por la exaltación de la diferencia, los mismos que se tradujeron en una rudimentaria expresión de la “vanguardia” en el Perú.
Para algunos, esta “vanguardia peruana” resultó del conflicto cultural y de la negación frente a la sociedad burguesa decadente; para hombres como Oquendo de Amat o Gamaliel Churata, el mundo podía construirse en un diálogo constante con el espacio de representación y significación del hombre andino. Hoy es notorio el sincretismo y la transculturación que ello implicaba y lo complejo y conflictivo de estos discursos de homogeneización si se articulan desde la categoría de identidad frente al concepto de Nación que requiere el Perú actual. (No hay que olvidar, como señala José Gabriel Valdivia, que la identidad es una careta del racismo) y por ende, una fórmula de incomunicación, de segregación cultural y de rechazo a la versión multicultural que nos simboliza en sujetos escindidos, o por lo menos “inciertos” (Barthes).
Cabe preguntarse ahora, ¿cuáles son los lugares de la poesía?...la respuesta es diversa; si seguimos a Mallarmé, podríamos responder que “son todos los lugares”; sin embargo, no todos los espacios han sido el producto de una “creación heroica” o de una nominalización colectiva en la cual nos reflejamos.
Como señala Mauro Mamani, “La literatura traduce realidades y nos ayuda a entender los procesos socioculturales” (2009:25) y los libros, como productos de una sociedad, y en evidente tensión con la noción de cultura que manejamos hoy, se convierten en piezas claves, más que ser preguntas se tornan en respuestas, en síntomas de una sociedad que desea acercarse a la realidad y poder así dejar de evocar la fantasía. En este libro, debemos utilizar la ficción para acercarnos a lo real que nos acoge y nos conmueve.
Así las cosas, el texto Gamaliel y el oráculo del agua (2012) de Boris Espezúa, se inserta en la tradición, (según E. Pound, tradición es todo lo bello que permanece en nosotros) en el discurso anterior y privilegia la lucha por un reconocimiento en el lenguaje mítico como relato de fundación.
Según Meritxell Hernando Marsal, “la lucha de Gamaliel Churata por dar voz al indígena, su insurgencia contra el propio idioma que usa y el proyecto de hibridismo que plantea, en donde lo indígena no deja de ceder su especificidad frente a lo nacional, reflejan la tensión y las contradicciones que debe enfrentar” (2010:87)
Si en El pez de oro, encontramos el mito como fuente de exploración y como discurso modelador de la realidad nacional, “el sujeto andino” que propone Boris Espezúa logra un hallazgo en el plano del discurso poético, para ello leeré un fragmento del poema titulado EPIFANÍA DE LA ESPERANZA ¿Cómo entender al otro / si nosotros no somos el otro? / La aparición del otro en el interior del yo / es una metáfora / del extrañamiento del interior / de cada uno. / Nadie puede salvarse sin el otro.
Este hallazgo podemos llamarlo “discurso de la complementariedad” que en el proceso de la reescritura del libro El pez de oro y de su lectura, el autor imagina un relato híbrido donde -como indica Mauro Mamani- “su discurso poético se convierte en una invitación a la integración, a la unificación de lo diverso” (2009:152) Un acierto del libro es no haber implementado un discurso de negación; no hay que olvidar a Doris Sommer cuando señala que “la negación es un estado de dependencia mal resuelto”, más bien, el curso de su complementariedad e identificación con la cosmovisión andina queda resuelto desde las primeras instancias.
Así, “la poesía no toma el lenguaje como un material ya existente, sino que la poesía misma hace posible el lenguaje” (1992:140) Bajo esta sentencia de Heidegger, el nivel dialógico de la obra alcanza matices de memoria y de recreación de los elementos de la naturaleza que simbolizan su identificación con la realidad andina.
Otro de los logros de este libro es, obviamente, el discurso intertextual que va tejiendo el autor con la obra de Churata, la validación de “la ciudad oral” en oposición a “la ciudad letrada” y sobre todo los espacios que va registrando el yo poético que atraviesa, como una metáfora insurgente, las páginas y que se suman al texto como una expresión de riqueza en la forma y en el planteamiento del libro como texto final.

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